Relojero

No era la primera vez que lo veía arreglar un reloj. Tampoco era la primera vez que lo veía
frustrarse por ello. Arreglar relojes suele ser complicado, hay que ver que el tiempo cuadre y
que cada engranaje esté perfectamente alineado para que las manecillas giren bien.

Un trabajo extremadamente curioso. Estaba segura que era difícil posicionar bien las ruedas
en los ejes y alinearlos con las placas. Claro, yo no era una relojera, por lo que para mí
parecía ser una ciencia esos de los engranajes, los muelles y trinquetes del reloj. Sin embargo,
para él parecía ser un juego de niños, a pesar de que lo veía frustrado intentando acomodar
los tornillos (que al parecer eran otras de las partes que se debía reemplazar), movía sus
manos con una agilidad que a mi me parecía ridícula, irreal.

Recuerdo la primera vez que me dejo ajustar uno, no solo se soltó, si no que tuvimos que
buscar la pieza por horas y aun así no pude acomodarlas. Tuvo que, con paciencia tomar mis
manos e ir ajustando lentamente el tornillo. Era por eso que esta vez me había rehusado a
ayudarle, calculaba que nos demorábamos más buscando las piezas y esperando a que yo
jugara a colocarlas, que esperando a que él alineará todo y diera por terminado el reloj.

– Estos no quedan – murmuró y se giró a la peinadora que había en la esquina del taller.
Empezó a rebuscar por uno y otro lado en los miles de tornillos que tenía y al cabo de unos
minutos sacó uno extremadamente pequeño del cajón final.

– Este si es – me regaló una sonrisa mediana y con una parsimonia que se me antojaba
inquietante, empezó a colocar el tornillo.

Esta vez no vislumbre ningún signo de frustración en su rostro, sus ojos ya no eran
turbulentos y sus manos parecían ser más precisas.

– No se como tienes tanta paciencia – le comenté mientras me acercaba más a ver cómo
arreglaba el reloj.

Soltó una pequeña risa, una muy gutural.

– No es paciencia – tomó otro de los destornilladores de estrella – es amor.

– ¿Amor? – le pregunté y me pareció que la palabra no encajaba, hasta donde yo sabía el
arreglo era un pedido muy importante pero nada más allá.

– Si, querida, amor – alzó el reloj en sus manos y lo puso a contraluz – Aún no has
adivinado para quien es el encargo no?

Gire los ojos y me gane una mala mirada de su parte.

– Para uno de los clientes de siempre, ese reloj se parece al de Don Hugo. ¿Es para él?

Negó con la cabeza y movió la perilla que estaba en el costado derecho del reloj.

– Es para ella – murmuró y señaló con aire distraído la fotografía que descansaba en la
cómoda.

Mi cejas se alzaron, pero no pregunte más. Me quedé callada.

En ese momento comprendí que el reloj no era solo un encargo y que ciertamente no era el
reloj de Don Hugo. Mi sospechas se confirmaron cuando me acerqué a ver la inscripción que
el reloj llevaba debajo.

“Para ti mi tiempo, que siempre ha sido tuyo”.

Imagen Recuperada de:

Rivera, T. (2020, 13 marzo). Trabajo de relojero – Trabajo como relojero  | Klokker. Klokker. https://klokker.com.mx/trabajo-de-relojero/

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar